A veces siento esas enormes ganas
de buscarle… de reflejarme en su mirada para saber que la mentira siempre fue
su motor y el amor jamás florecerá realmente en él.
Hace un año mi mundo se rompió al
descubrir la verdad y sus haceres fueron minando mi vida y mi alegría… las
ganas de vivir dejaron mi existencia y me abandoné a los brazos de la muerte.
Y en ese morir lento la encontré,
o me encontró para ser precisos.
Recibirla en mi vida fue muy
raro, todos le temían… hasta yo.
La dejé atada por un tiempo con
esa cadena de plata en el tobillo hasta que el odio por aquél que tanto daño me
hizo a cambio del amor sin límite que le profesé floreció.
Sí, le odio.
Le odio por destrozar mi mundo
tan pensadamente, le odio por burlase de lo más sagrado que existe, le odio por
ser el ser cruel y despiadado aún después de haber sido él quien actuó con premeditación, alevosía y ventaja.
Tuvo el descaro de burlarse, de
reírse, de acusarme de aquello que él hizo.
El hombre “digno” y “leal,” el
amante “fiel” y “sincero” de muchas y manipulador de todas ganó muchas batallas
a pesar de sus mentiras y el amor que yo le profesaba.
Cada día elegí amarle a pesar de
saber de lo que era capaz, cada día al despertar era su nombre el que brotaba
de mis labios y le decía te amo… y aún entre sueños le nombraba añorando lo que
creí que él también sentía y me hizo vivir en un abrazo una noche de whisky y café,
charla y Sabines.
¡Que tonta fui al dejarme
envolver por tanto y nada!
¡Que tonta al dejarme envolver
por el amor y cegarme a la verdad!
¡Que tonta al dejarme usar de esa
manera!
Y al final; después de tanto
soportar injurias, burlas, desprecio y estafa de él y de su amante oficial me
cansé.
Una noche de domingo se apoderó
de mí después de leer las burlas colocadas en su muro en su red social favorita,
desgraciados fueron al expresarse así y sin pensar y con el odio a flor de piel
arranqué la pulsera de plata que la retenía.
La dejé salir, apoderarse de mi
cuerpo y un poco de mi mente, una lucha interna comenzó para no permitirle
matar a diestra y siniestra a cuanto ser humano se le pasara enfrente.
Mis ojos se tornaron de un negro
intenso cuando siempre fueron del café al verde claro según mis estados de ánimo
y mis sentimientos; y las ansias de matar me invadieron un poco más.
Todo planeado a detalle, no
llegaron juntos… él fue el primero en arribar a ese nidito de amor que prepararon
por tanto tiempo y con parte de mi dinero; yo ya lo esperaba dentro.
Al verlo entrar a la recámara
puse en acción mi plan, lo dejé inconsciente con un dardo preparado para ello,
durmió por un rato mientras lo desnudaba y lo ataba a las extremidades de
aquella cama con dosel… admiré por un momento ese cuerpo de demonio dios del
sexo que alguna vez amé con locura y sin medida.
Ella no tardó en llegar, repetí
lo del dardo en cuanto colocó un pie dentro de la casa, la arrastré hasta la
silla preparada frente al lecho desde donde ella vería todo pero no fuera vista
por él; la até de pies y manos amordazándola
y haciendo pequeñas incisiones en sus muñecas para que se desangrara lento.
La hice reaccionar a ella primero,
deseaba que no perdiera detalle de lo que a él le iba a hacer.
Despertó y con los ojos
desmesuradamente abiertos llenos de terror miró de la cama hacia mí preguntando
si estaba muerto. Yo, con una sonrisa irónica sólo moví la cabeza en negativa a
su silenciada pregunta.
Me acerqué lentamente a la cama y
al hacerlo volver en sí besé su frente y acaricié su rostro, tracé en su corazón con mi mano aquél símbolo de amor
que siempre le colocaba cuando estábamos juntos, acerqué mi boca a su oído y le
dije “te amo.” Una lágrima cruzó por mi mejilla, permanecí contemplándolo por
un momento y comencé a recorrer con mis labios y mis manos todo su delicioso
cuerpo.
Desnudé cuerpo y alma… Cada parte
de mi ser veneró por última vez al hombre que amaba, por última vez lo hice
temblar de placer y obtuve con mis labios una enorme erección. Jugué con su
piel por un rato, hice mías cada una de sus terminaciones nerviosas, cada
milímetro de piel; degusté su miembro erecto a placer de ambos y sus bramidos
no se dejaron esperar.
Monté en él hasta vaciarlo dentro
de mi vientre, dejé que llenara cada recoveco de mi ser con su semen, me
recosté a su lado por un momento y lo abracé.
Sentí ese latir acompasado de su corazón
arrullando mis demonios, apaciguando un poco la sed de venganza que me
embargaba… volví a recorrerle, a degustarle, a hacerle deshacerse en mi boca y
saborear su dulce miel.
Voltee mi mirada hacia ella y mi
sonrisa de triunfo no se hizo esperar, ese hombre que se decía de ella acababa
de ser sólo mío y moviendo los labios de forma que él no me escuchara pronuncié
un “te lo dije”.
Fluyó por mis venas nuevamente la
sed de venganza, recordé de golpe cada palabra grosera y grotesca, cada injuria,
cada ofensa, cada maltrato hacia mi persona y mis seres queridos durante ese
último año.
Dejé que el odio me invadiera
nuevamente y que surgiera ella, la bruja, mi ente oscuro le dio la bienvenida a
mi cuerpo; la dejé poseer cada parte de mí. Comenzamos a besarle ahora con fiereza, a
mordisquear más fuerte que suave cada parte de su piel, di una mordida a una de
sus tetillas, chupé fuerte su miembro, me acerqué a la orilla de la cama y
saqué un puñal filoso de entre las sábanas sin que él se percatara del
instrumento, tomé con una mano su pene masturbándole y cuando más duro y erecto
estaba encajé el puñal en su bajo vientre. Arranqué su “pito flojo” y lamí la
sangre que brotaba de él.
Corté pedazos de piel con sumo
cuidado y algunos trozos se los lancé a ella a la cara, sus ojos que
desorbitados por el miedo me miraban deseando huir de aquella imagen de él
muriendo lentamente pedían clemencia.
Los gritos de ambos ahogados por la mordaza no se escuchaban más que
como leves murmullos, enterré varias veces el puñal en su cuerpo y una última
estocada la di en el corazón.
Me bañe lento en su sangre, bebí
con alegría sus fluidos corporales y antes que diera un último suspiro lo hice
mirarla y le dije con fría voz “feliz cumpleaños mi amor” y feliz aniversario, pues
hoy también se cumple un año de aquel fatídico día en que ella apareció haciéndome
conocer la verdad que eres: ese ser cruel, ruin, estafador.
A veces siento esas enormes ganas
de buscarle… de reflejarme en su mirada para saber que la mentira siempre fue
su motor y el amor jamás florecerá realmente en él, pero ya no se podrá. Lo he
matado y el placer que me causa es más grande que el dolor de perder verme
reflejar el amor en su mirada al amarle.
Malu Ramírez