Dormía en casa de una amiga cuando
apareció él despertándome. Vi sus ojos llorosos, su pequeño rostro cubierto en
un rictus de dolor me sacó de mi ensoñación; no esperaba verle… no así. Creí
que ya me había analizado lo suficiente unas horas antes mientras su padre me
hablaba de cómo había fallecido y sin querer lo había visto parado a un lado de
la mesa del café donde nos encontrábamos.
Retumbó en mis oídos su voz
desesperada, se abrazó a mis piernas llorando y clamando le ayudara. No sé cuánto
tiempo pasó… Solo recuerdo sus ojos suplicantes clavados a los míos, los
pequeños brazos aferrados a mis piernas y su voz… ésa voz pidiendo ayuda.
No pude negarme. Era tal el dolor
que no me quedó otro remedio más que acceder a lo que pedía; esa noche Lalo, mi
pequeño fantasma forjó a fuego y hierro mi
alma y corazón preparándome para lo que me esperaba.
Hoy, después de dos años aún hay
días que despierto escuchando su voz pidiendo ayuda, veo sus ojos, siento sus
brazos, y me embarga el dolor de saberle preocupado.
Hice lo más que pude y él lo sabe.
Di todo… hasta mi vida ofrendé con tal de lograr mi cometido.
Ruego a Dios que el sacrificio
que se me ha pedido dé sus frutos… que esos ojos llorosos y esos cálidos brazos
que volvieron a mí pidiendo perdón hace seis meses por todo aquello que he
pasado a raíz de mi promesa, tengan el descanso de saber que todo ello valió la
pena.
Malu Ramírez (@le_moire_)
07/08/2015 23:24 hrs.Microrrelato para concurso #UNUSPRIMUS
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